18/6/07

TENSIÓN EN ORIENTE PRÓXIMO

Los errores de Bush



Ya se equivocó la Casa Blanca durante la Guerra Fría. Uno de sus mayores errores fue armar hasta los dientes a las desorganizadas milicias afganas para que combatieran al Ejército ruso que invadía Afganistán desde el norte. De ahí surgió Al Qaeda y el enemigo número uno de Estados Unidos, Bin Laden. Ahora, el presidente Bush está tropezando una y otra vez con la misma piedra.
Tras los atentados del 11 de septiembre, Bush ideó una política, dijo entonces, de democratización para Oriente Próximo. No se equivocó en el fondo, pero sí en las formas. Es cierto que la falta de verdaderas democracias en la región era el origen de la mayoría de los problemas del mundo, pero las reformas debieron hacerse desde dentro, quizá bajo la tutela occidental –puede que del Cuarteto ONU, EE.UU., Unión Europea y Rusia-, pero nunca impuestas desde el exterior, mucho menos por la fuerza.
El primer error fue Iraq. La invasión que, sólo en teoría, iba a erradicar el régimen dictatorial de Sadam Husseín, ha dejado al país en una lucha fraticida entre suníes, chiíes y kurdos, aderezada, como no, con un inicial acoso de Al Qaeda a las tropas invasoras, que al final se ha extendido a diestro y siniestro contra todos y por todo el país.
La cuestión palestina ha sido otro pinchazo de Bush, que en seis años en la Casa Blanca no ha movido un dedo para resolver el conflicto entre israelíes y palestinos. Reparte democracia y luego no acepta los resultados electorales, aunque aquí, todos han tenido su parte de culpa. Washington y Bruselas se equivocaron al asfixiar a la Autoridad Palestina cuando Hamás ganó por mayoría absoluta en un proceso electoral escrupulosamente democrático. La miseria en la que se hundieron –todavía más- los territorios palestinos ha desatado una lucha de poder entre las dos principales facciones, Hamás y Al Fatah, que ha acabado con una nueva partición de Palestina, la tercera, en dos territorios hermanos irreconciliables: Gaza, en manos de los islamistas –considerados terroristas en Europa y América-, que no reconocen al Estado de Israel, que amenazan incluso con destruirlo, armados desde Irán y con incipientes conexiones que comienzan a aflorar con la red Al Qaeda; y Cisjordania, en manos de los moderados de Al Fatah cuya Autoridad Palestina está a punto de desintegrarse, a pesar de las tardías ayudas que ahora empiezan a llegar desde Occidente.
Por supuesto, se ha equivocado Israel, apostando al "cuanto peor, mejor". Se frotaban las manos al ver a los palestinos en guerra y el resultado ha sido un pseudo-estado islamista enemigo y fuertemente armado a 50 kilómetros de su capital. Y cómo no, también se han equivocado los palestinos que nunca pierden la oportunidad de perder una oportunidad.
El tercer fracaso de Bush: Líbano. El país es un Oriente Próximo en miniatura. En un Estado que no supera la superficie de Castilla-La Mancha se concentran todos los ingredientes que sacuden la región entera. Hasta hace poco, el Ejército sirio campaba a sus anchas por todo el país y dejó un resto, Hizbulá, la fuerte milicia chií, apoyada desde Damasco, que el verano pasado consiguió echar al Ejército israelí, instalado en el sur del país tras una rápida incursión desde Haifa. Además, la comunidad internacional acusa al Gobierno de Damasco de promover los atentados contra políticos antisirios. Pero eso no es todo. Los 400.000 refugiados palestinos que durante los últimos 50 años huyeron de sus territorios para refugiarse en Líbano, malviven hacinados en grandes campos por los que, además, se ha infiltrado un grupo de milicianos vinculados a Al Qaida y que durante semanas ha mantenido en jaque a Beirut desde el campo de Nahr el Bared.
Y hay más. El programa nuclear iraní -que crece a un ritmo frenético y que, de seguir así, podría lograr la bomba atómica en tres años- y la virulencia que están alcanzando los combates en Afganistán y que amezan con "iraquizar" el país.
Ante el pastel Estados Unidos y su presidente ni siquiera soplan para apagar las velas. Bush no ha aprendido nada en todos estos años. Y si la virulencia de los errores no está causando suficientes estragos en el presente, el futuro se preseta todavía peor. Ante el poder chií, obvio en Irán, radicalizado en Iraq y creciente en Oriente Próximo en general, Washington está armando a las milicias suníes para reducir su impacto. Estados Unidos podría estar creando ahora un nuevo monstruo en una región que ya está al borde del colapso.
J.SERRANO

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